domingo, 4 de diciembre de 2011

Cuatro. Escúchame.

Perdóname. Perdóname por las cosas que nunca nos dijimos. Por mis silencios. Por las palabras, las mías, que no entendieron de relojes ni de calendarios, y que creyeron, ingenuas ellas, que siempre tendrían la oportunidad de llegar a ti.

También por las sonrisas que se perdieron por el camino. Por los 'te quiero' que te negué. Por mis arrepentimientos.

Pero sobre todo, por mi miedo. El miedo a que todo fuera bien.

A ser feliz.

Sí. Soy consciente. Es tarde. Pero quiero que me escuches, como yo no supe hacerlo contigo. Quiero decirte todo lo que me he callado durante todo este tiempo. Asumo el riesgo de que quizás nunca esto llegue a ti, y de que sólo se quede en unas pocas cosas que alguien escribió con tal de dulcificar su tristeza, como si con ello quisiera desprenderse de un fantasma que desde que te fuiste no ha dejado de ensombrecer los días de quien fue su verdugo.

Decirte que conmigo pocas veces existen las casualidades. Que no ha sido el destino el que ha hecho que nos volvamos a ver. He sido yo quien lo ha manejado como si fuera una marioneta. Y todo por encontrarte. Otra vez, después de tanto tiempo. Lo volvería a hacer... Necesitaba tenerte enfrente y comprobar que sigues aquí. Aunque no estés. No sabes cuánto ha significado para mí el hecho de que me volvieras a llamar 'fea'. Tú y tus manías. Las de entonces, cuando todavía no sabíamos qué era hacernos daño, y cuando nuestros días juntos pasaban demasiado rápido como para saber que iban a ser de los más felices.

Decirte que yo también he conocido tus noches sin dormir y las almohadas que escondían lágrimas. Esas noches, tus noches, fueron después las mías. También los instantes plagados de '¿por qué?' sin respuesta, y las caricias sin un otro que las recibiera. Y súmame a mí la sombra de la maldita culpabilidad. El haber hecho algo mal, el haberse equivocado, el no haber podido esquivar un error. El haber sido una completa idiota que no sabía que te estaba perdiendo poco a poco.

Decirte que hay pocos como tú. Que no es fácil que alguien haga que me tiemblen las piernas. Que me abrace así, como si no hubiera un mañana. Tan grande e irrepetible. Y sí, después vino él. Era (es) tan parecido a ti... Ahora me doy cuenta de por qué perdí también la cabeza por él.

Decirte que siempre te voy a querer. Lo que no te quise antes y lo que no te he querido todavía.
Que no me importa (casi) saber que quizás no vuelvas nunca.

Que hay días en que tengo ganas de borrar gran parte de las cosas que he vivido, de dejarlo todo guardado bajo llave en un cajón para no volver a abrirlo más.

Y olvidarme de todo. De todo...menos de ti.

...


"Nadie se dio cuenta de que se había muerto un poco, que es como se muere cuando se muere por dentro y por fuera se sigue viviendo como si no hubiera ocurrido nada" (El tiempo mientras tanto, Carmen Amoraga)



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